* Publicado originalmente en Rumbo Económico el 16 de octubre, 2016 (enlace: http://rumboeconomico.com/2016/10/16/la-responsabilidad-de-eeuu-y-europa-en-yemen-por-gabriela-rodriguez-pajares/)
Las acusaciones a Rusia por su
apoyo al régimen sirio se han multiplicado con el reciente ensañamiento contra el
este de Alepo. Por supuesto, a quienes han presidido el llamado de atención al
gobierno ruso para que rinda cuentas por sus acciones no les falta razón, y no
solo por el apoyo que brinda al ejército sirio, sino porque los ataques aéreos
en los que se ha visto involucrada su propia aviación ha dejado un alto número
de víctimas civiles, lo que hace pensar, por lo menos, en la absoluta indiferencia
al momento de discriminar entre objetivos militares y blancos civiles. Un
reciente informe del Observatorio Sirio de DDHH sostiene que el 42% de las
víctimas que han dejado como saldo ataques perpetrados por Rusia son civiles.[1]
Esto es un aproximado de 3915 civiles no combatientes, entre los que se
encontrarían 937 menores de edad. Por lo tanto, cuando los gobiernos de EEUU,
Reino Unido o Francia proclaman su consternación por estas acciones, que
podrían considerarse crímenes de guerra, ciertamente lo hacen sobre bases
consistentes.
Lo que no parece bastante
consistente es, sin embargo, su autoproclamada indignación frente a las
violaciones del Derecho Internacional en un contexto de conflicto armado,
cualquiera sea el caso, y su política de prioridad irrestricta en la defensa de
civiles no involucrados en las hostilidades, aun cuando estos sean víctimas del
fuego de algún aliado. Y es que si por un lado, la condena a la participación
de Rusia en el conflicto sirio no es discutible, sí lo es su conveniente
silencio a su propio papel en Yemen, apoyando a la coalición árabe liderada por
Arabia Saudita. Valga destacar que las críticas internas se han incrementado
ante la flagrante evidencia de que los ataques, por lo menos, no parecen distinguir
entre blancos civiles y militares, por lo que, según un informe del diario The Guardian basado en data
proporcionada por la organización Yemen
Data Project, aproximadamente 1/3 de los bombardeos saudíes habrían
impactado infraestructura civil[2].
Así, algunos medios de comunicación han alzado su voz de protesta[3] frente a la escasa disposición de sus
respectivos gobiernos para condenar de manera rotunda a sus aliados, pero,
sobre todo, ante su inacción, al no tomar medidas efectivas que demuestren esa
misma consternación que públicamente pregonan ante la ofensiva rusa.
En este sentido, la discusión podría
centrarse en si acaso es posible equiparar la responsabilidad de EEUU y los
aliados europeos de Arabia Saudita y la coalición árabe por sus acciones en
Yemen con el apoyo brindado por el gobierno ruso al ejército sirio. Ante todo, es necesario reconocer que resulta perverso realizar una comparación
para determinar qué parte tiene las manos más manchadas. Si bien es cierto que a
Rusia se le puede increpar especialmente su intervención directa en Siria, no
es menos cierto que los gobiernos de EEUU y los países europeos han demostrado
una actitud bastante autocondescendiente con respecto a su propia
responsabilidad en el conflicto yemení y en la crisis humanitaria que asola a
su población. Y es que aparte del apoyo logístico y de inteligencia proporcionado,
sus aliados se han beneficiado con el exponencial incremento en compra de armas
por parte de Arabia Saudita en los últimos años.
Así, uno de los aspectos más
cuestionados de la ayuda de Occidente a Arabia Saudita es la preponderancia que
parece haber dado a los acuerdos comerciales de venta de armas en detrimento de
su exigencia para que estos estén condicionados a que no sean empleados en
acciones que constituyan graves violaciones a los DDHH y al DIH. Actualmente,
Arabia Saudita es el principal importador de armas solo por detrás de la India,
y entre sus principales proveedores se encuentran Estados Unidos (46%) y Reino
Unido (30%). Al mismo tiempo, EEUU es el principal exportador de armas y su
principal cliente es Arabia Saudita (9.7%), al que le sigue Emiratos Árabes
Unidos (9.1%), otro miembro de la coalición. En el caso del Reino Unido, Arabia
Saudita es, por mucho, su principal cliente (46%).[4]
Por supuesto, el intercambio
comercial ha supuesto la transferencia de miles de millones de dólares, lo que
se ve expresado en las exorbitantes sumas que registran los contratos suscritos
y a los que los gobiernos, al parecer, se les hace difícil renunciar. Según
algunas estimaciones, solo el año pasado, EEUU habría vendido a Arabia Saudita aproximadamente
20 mil millones de dólares en armas; y el Reino Unido, 4 mil millones. España y
Francia, otros importantes proveedores, también se habrían visto beneficiados
con acuerdos que comprenden otros miles de millones de dólares.[5]
Es ante la inquietante certeza de que
sus países se encuentran lucrando con la escalada del conflicto que algunos
parlamentarios estarían reaccionando para aquietar la condena internacional que
se escucha cada vez con mayor intensidad. Y es por eso que si no lo habían
hecho antes, algunos miembros del senado de EEUU introdujeron una resolución
que proponía bloquear un acuerdo de venta de armas por 1.15 mil millones de dólares a Arabia
Saudita, y que, finalmente, fue rechazada por la Cámara.
Pero si ya es condenable que
estos países perciban ingentes ganancias proveyendo de arsenal a Estados que lo
utilizan para perpetrar acciones que pueden ser calificadas como crímenes de
guerra, el apoyo logístico y de inteligencia (por ejemplo, mediante el
reabastecimiento de combustible a los aviones de la coalición o proveyendo lo
que llaman “no-strike list”, un listado de objetivos a evitar), así como el
personal destacado para asistirlos, no hace más que incrementar su
responsabilidad por las muertes de civiles y por la crisis humanitaria que
afecta a más del 80% de la población[6].
Y es por esta situación que algunos funcionarios y abogados del gobierno de
EEUU habrían manifestado su preocupación frente al hecho de que pudiera
imputársele como “co-beligerante” y, por lo tanto, acusársele de complicidad en
los crímenes de guerra perpetrados por Arabia Saudita. El punto es que si bien
no puede imputársele culpa por ataques directos que involucre destrucción de
infraestructura no militar y muertes de no combatientes, la ayuda proporcionada
sería una causa que pudiese avalar la acusación de complicidad en estas
acciones, aun cuando, presuntamente, con su ayuda, pretendan evitar,
precisamente, este resultado[7].
Algunas comparaciones resultan
viciosas. En ese sentido, establecer alguna gradación en la responsabilidad
entre los aliados de los principales perpetradores de crímenes contra población
civil es una asignación que, finalmente, sería preferible soslayar. Existen
diferencias en las formas que adoptan su participación y ojalá los esfuerzos no
se orientaran a establecer quién es más culpable. Quizás su posición en el
marco de la política internacional convierta a uno u otro en un actor más
determinante, cuya intervención sea más influyente en el curso de un proceso y
sus acciones más decisivas para su resultado. Quizás también la actuación más
directa en uno que en otro caso, así como las medidas de precaución para
ajustarse a los estándares del DIH hagan la diferencia. Sin embargo, en este
terreno todos tienen una cuota de responsabilidad, y es precisamente esa
actitud autocomplaciente y la hipocresía que cunde entre aquellos que claman
justicia para un lado, pero callan frente al otro lo que resulta uno de los
aspectos más reprensibles. En realidad,
no todos son culpables, pero la desgracia es que precisamente son los inocentes
quienes pagan los costos más altos.
[3] https://www.theguardian.com/commentisfree/2016/aug/17/the-guardian-view-on-yemen-stop-arms-sales-to-saudi-arabia, http://www.nytimes.com/2016/10/11/opinion/americas-moral-duty-in-yemen.html?action=click&pgtype=Homepage&clickSource=story-heading&module=opinion-c-col-left-region®ion=opinion-c-col-left-region&WT.nav=opinion-c-col-left-region&_r=0
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