* Publicado originalmente en Rumbo Económico el 18 de setiembre, 2016
En un artículo de reciente
publicación, Stephen Walt presentaba su “top 5 Foreign Policy unicorns”[1]-
expresión con la que alude a todo aquello que los políticos nos inducen a creer
que es real aun cuando no exista y, por lo tanto, alrededor de lo cual prometen
enfocar su trabajo político-, entre los que incluía la solución de los dos Estados (refiriéndose a la garantía de una paz
al largo conflicto palestino-israelí basada en “el concepto de una región en
que dos Estados, Israel y Palestina, vivan uno junto al otro dentro de
fronteras seguras y reconocidas”[2].
Algunos podrían preguntar, ¿por qué condenar al fracaso la que es considerada
como la única respuesta viable a un problema que es factor de continua
inestabilidad para la región y para la comunidad internacional? Sin pretender
hacer una afirmación tan atrevida asegurando que, efectivamente, se trata de
una especie ya extinta, hay evidencias muy claras que no nos permiten ser
optimistas.
Remitámonos, primero, a la
historia. El Plan de Partición de una ONU de reciente nacimiento pretendió
resolver la colisión entre los pueblos “árabe” y “judío” mediante la creación
de dos Estados[3].
Sin embargo, transcurridas casi 7 décadas desde su concepción, este plan primigenio ha sido solo
medianamente concretado: mientras que el “Estado judío” se materializó en la
creación de Israel, hasta el momento, el pueblo “árabe” no ha logrado
configurar una entidad autónoma y soberana que la represente. El resultado
puede explicarse atendiendo a los 3 principales factores que, a lo largo del tiempo,
han conjurado en contra de la materialización de este proyecto.
En primer lugar, el sionismo-
concebido en sus inicios como un movimiento de liberación para el pueblo judío-
y su aspiración a la constitución de un territorio habitado por una mayoría
judía. Según Shlomo Ben Ami, político e historiador israelí, es en esta aspiración
inherente al marco ideológico del movimiento sionista que se encontraría el
núcleo fundamental del problema árabe y palestino-israelí, pues la tierra
elegida, el “hogar ancestral” Eretz
Israel, como sabemos, ya se encontraba ocupada por una población nativa
mayoritariamente árabe[4].
Así, si bien las autoridades de la comunidad judía asentada en Palestina (la yishuv) aceptaron el Plan planteado por
la ONU- que, de acuerdo con el historiador Ilan Pappé benefició desde un inicio
a los judíos, al serles asignado un Estado que abarcaba más de la mitad del
territorio aun cuando constituían no más de un tercio de la población[5]-,
Ben Ami plantea que, en realidad, se trató de un “movimiento táctico” y no de
un auténtico compromiso con su cumplimiento[6],
por lo que la creación de un Estado preeminentemente judío que ocupe la
totalidad de Palestina sería siempre un objetivo a alcanzar. Es posible alegar
que las concepciones que presuntamente configuraron el marco de los líderes
sionistas hace un siglo pueden ya no ser relevantes para comprender a la sociedad
israelí contemporánea. Sin embargo, la evidencia actual no permite descartarlas
como fundamento subyacente a las acciones de sus políticos y a la conducta condescendiente de una parte de
su sociedad.
Mientras que la comunidad judía
asentada en territorio palestino, aun con las diferencias existentes debido a
los distintos orígenes de los grupos que la conformaban, había construido un
sustrato común de identidad que proyectaba la aspiración a crear una entidad
política autónoma que los representara, la población local no parecía haber
desarrollado un sentido de identidad basado en el reconocimiento de
características culturales comunes. Es decir, mientras que el sionismo se
configuró, en esencia, como un proyecto nacionalista- y habría que tener en
cuenta sus raíces europeas-, la identidad de los nativos del territorio
palestino se gestó en el transcurso de su lucha contra la colonia judía. Por lo
tanto, la población local se encontraba más desarticulada y sus líderes, no
persiguiendo la concreción de un proyecto nacionalista en la medida que sí lo
hacían los dirigentes de la yishuv,
estuvieron menos preparados y dispuestos para encarar la etapa decisiva de las
gestiones que llevaron a la implementación del Plan de Partición y el conflicto
que los enfrentó a Israel entre 1947 y 1949. Así, habría de transcurrir casi dos
décadas hasta la aparición de una organización- la OLP- que se arrogara
claramente la representación del pueblo “palestino”. Pero en ese intervalo su
condición de orfandad aportó a la frustración de la delimitación del Estado Palestino.
Por último, debe tenerse en
consideración que la intervención de la comunidad internacional y de los países
árabes vecinos atizó el fuego que chamuscó la posibilidad de alcanzar alguna solución
a este problema. Habría que empezar reconociendo que ya por sí mismo el Plan de
Partición- que se ofrecía como la solución- se trató de una clara imposición
que irrumpía en las formas de organización locales- aunque esto no chocaba con una
larga tradición occidental de erigirse en el árbitro de la civilización. Pero
ya formulado, el compromiso de la comunidad internacional con el cumplimiento
de una decisión que ella misma había tomado fue y continúa siendo francamente
deficiente. Por otro lado, los países árabes vecinos, que aparentemente, se
convirtieron en los protectores del pueblo palestino y fungieron, sobre todo
inicialmente, en sus voceros, en muchos casos antepusieron intereses políticos
propios y, en algunos, podría decirse que los traicionaron. Un ejemplo
ilustrativo de esta situación son los acuerdos que se llevaron a cabo entre los
líderes de Israel y el Reino Hachemita de Jordania antes, durante y después del
conflicto árabe-israelí que determinaron un pacto de no agresión, así como la
asignación de la administración de Cisjordania a dicho país (lo que se ha
dicho, intentaba constituir una anexión de
facto) antes de su ocupación, por parte de Israel, durante la Guerra de los
Seis Días (1967).
Estas tres pueden considerarse
las causas de fondo que, en líneas generales, explican el fracaso del Plan de
Partición inicial así como de la formación de un Estado Palestino independiente.
Y es que sus efectos se proyectan a la actualidad, quizás bajo dinámicas
distintas, pero manteniendo los problemas sustanciales que obstaculizan esta
posibilidad. Así, las autoridades de los territorios palestinos continúan
actuando de forma incompetente e interesada, siendo incapaces de forjar alianzas
que les permitan unificar fuerzas para presionar por una salida a la cuestión
palestina (esto es claro, p.e., en los conflictos entre las principales fuerzas
políticas de los territorios palestinos, Hamás y Fatah que lastran las
expectativas de unidad). Asimismo, la comunidad internacional sigue por la senda
de la ineficiencia e indiferencia, rayana en la hipocresía, emitiendo
constantes declaraciones acerca de la falta de compromiso de ambas partes, y
especialmente Israel, con el cumplimiento de la solución de los dos Estados
sin aplicar algún tipo de presión importante que lleve a una salida definitiva.
Un caso evidente de este doble discurso es Estados Unidos, que mientras condena
constantemente la creciente expansión de asentamientos israelíes en los
Territorios Palestinos Ocupados (TPO), está
dispuesto a incrementar la ya de por sí exorbitante ayuda militar a Israel.
Sin embargo, es necesario
establecer una escala de valores en la asignación de responsabilidades, y en
ese sentido, la política de ocupación israelí, en la que puede reconocerse el
sustrato del movimiento sionista, constituye el mayor óbice para la realización
de un Estado Palestino. Resulta difícil vislumbrar su creación teniendo en
cuenta la condición actual de los TPO. En el caso de Cisjordania, Israel
mantiene el control total del área C, que constituye el 60% del territorio[7],
y sobre el cual se encuentra la mayoría de asentamientos. Su distribución es
una amenaza vital para un futuro Estado Palestino, pues amenaza la continuidad
territorial al estar ubicados estratégicamente entre los principales centros
poblados y ciudades palestinas[8]
(ver mapa, pp. 4. http://data.ochaopt.org/humatlas2015/files/res/downloads/humatlas2015.pdf).
Y si se alega que su construcción no necesariamente está impulsada por una
política de Estado, pues el hecho de que el gobierno invierta más en los
asentamientos que en otras partes del país[9]
y de que se trate de una política aceptada e implementada bajo sucesivos
gobiernos indican lo contrario. En cuanto a la Franja
de Gaza, mientras que Israel afirma enfáticamente haber desocupado este
territorio, mantiene el control de sus fronteras, estableciendo restricciones al
movimiento de la población y limitaciones a la circulación de bienes y
productos por aire, mar y tierra.
Entonces, regresemos a la
pregunta inicial, ¿acaso no resulta en extremo pesimista y hasta irresponsable
determinar la imposibilidad de una solución al conflicto palestino-israelí
basado en los dos Estados? Pues, como
se ha intentado explicar, y la evidencia lo indica, esto no es así.
Lamentablemente, y aunque esperaría albergar más esperanzas, no parece existir en
este momento una salida que se base en este concepto. ¿Existe, entonces, una
alternativa? ¿Acaso la creación de un Estado binacional? Pues, dadas las
circunstancias actuales y la historia de fondo, tampoco se visualiza como una
respuesta viable. No creo que aquellos que dudemos de la posibilidad de
encontrar una solución a corto plazo seamos solo escépticos que inciden en el
problema sin esforzarse en encontrar una salida. Quizás, se debe empezar
precisamente reconociendo esta complejidad dada por la historia y por la
realidad actual para poder replantear el camino de la solución al problema.
Ojalá, y lo espero sinceramente, este se llegue a encontrar.
[3] Ver
Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, 29 de noviembre de 1947. http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/RES/181(II)&Lang=S&Area=RESOLUTION
[4] Shlomo
Ben Ami. Scars of War. Wounds of Peace,
pp. 22.
[5] Ilan
Pappé. La limpieza étnica de Palestina,
pp. 57-62.
[6] Ben
Ami, pp. 34.
[7] Ver
mapa de las áreas en las que está dividida Cisjordania: https://www.ochaopt.org/documents/ocha_opt_area_c_map_2011_02_22.pdf
[9] Ver
estudio de Macro Center for Political Economics de 2015 sobre los costos
económicos de los asentamientos para el Estado de Israel http://www.macro.org.il/en/publications/?id=111
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