domingo, 5 de febrero de 2017

Los dos Estados: entre criaturas mitológicas y especies en peligro de extinción

* Publicado originalmente en Rumbo Económico el 18 de setiembre, 2016

En un artículo de reciente publicación, Stephen Walt presentaba su “top 5 Foreign Policy unicorns”[1]- expresión con la que alude a todo aquello que los políticos nos inducen a creer que es real aun cuando no exista y, por lo tanto, alrededor de lo cual prometen enfocar su trabajo político-, entre los que incluía la solución de los dos Estados (refiriéndose a la garantía de una paz al largo conflicto palestino-israelí basada en “el concepto de una región en que dos Estados, Israel y Palestina, vivan uno junto al otro dentro de fronteras seguras y reconocidas”[2]. Algunos podrían preguntar, ¿por qué condenar al fracaso la que es considerada como la única respuesta viable a un problema que es factor de continua inestabilidad para la región y para la comunidad internacional? Sin pretender hacer una afirmación tan atrevida asegurando que, efectivamente, se trata de una especie ya extinta, hay evidencias muy claras que no nos permiten ser optimistas.

Remitámonos, primero, a la historia. El Plan de Partición de una ONU de reciente nacimiento pretendió resolver la colisión entre los pueblos “árabe” y “judío” mediante la creación de dos Estados[3]. Sin embargo, transcurridas casi 7 décadas desde su concepción,   este plan primigenio ha sido solo medianamente concretado: mientras que el “Estado judío” se materializó en la creación de Israel, hasta el momento, el pueblo “árabe” no ha logrado configurar una entidad autónoma y soberana que la represente. El resultado puede explicarse atendiendo a los 3 principales factores que, a lo largo del tiempo, han conjurado en contra de la materialización de este proyecto.

En primer lugar, el sionismo- concebido en sus inicios como un movimiento de liberación para el pueblo judío- y su aspiración a la constitución de un territorio habitado por una mayoría judía. Según Shlomo Ben Ami, político e historiador israelí, es en esta aspiración inherente al marco ideológico del movimiento sionista que se encontraría el núcleo fundamental del problema árabe y palestino-israelí, pues la tierra elegida, el “hogar ancestral” Eretz Israel, como sabemos, ya se encontraba ocupada por una población nativa mayoritariamente árabe[4]. Así, si bien las autoridades de la comunidad judía asentada en Palestina (la yishuv) aceptaron el Plan planteado por la ONU- que, de acuerdo con el historiador Ilan Pappé benefició desde un inicio a los judíos, al serles asignado un Estado que abarcaba más de la mitad del territorio aun cuando constituían no más de un tercio de la población[5]-, Ben Ami plantea que, en realidad, se trató de un “movimiento táctico” y no de un auténtico compromiso con su cumplimiento[6], por lo que la creación de un Estado preeminentemente judío que ocupe la totalidad de Palestina sería siempre un objetivo a alcanzar. Es posible alegar que las concepciones que presuntamente configuraron el marco de los líderes sionistas hace un siglo pueden ya no ser relevantes para comprender a la sociedad israelí contemporánea. Sin embargo, la evidencia actual no permite descartarlas como fundamento subyacente a las acciones de sus políticos y  a la conducta condescendiente de una parte de su sociedad.

Mientras que la comunidad judía asentada en territorio palestino, aun con las diferencias existentes debido a los distintos orígenes de los grupos que la conformaban, había construido un sustrato común de identidad que proyectaba la aspiración a crear una entidad política autónoma que los representara, la población local no parecía haber desarrollado un sentido de identidad basado en el reconocimiento de características culturales comunes. Es decir, mientras que el sionismo se configuró, en esencia, como un proyecto nacionalista- y habría que tener en cuenta sus raíces europeas-, la identidad de los nativos del territorio palestino se gestó en el transcurso de su lucha contra la colonia judía. Por lo tanto, la población local se encontraba más desarticulada y sus líderes, no persiguiendo la concreción de un proyecto nacionalista en la medida que sí lo hacían los dirigentes de la yishuv, estuvieron menos preparados y dispuestos para encarar la etapa decisiva de las gestiones que llevaron a la implementación del Plan de Partición y el conflicto que los enfrentó a Israel entre 1947 y 1949. Así, habría de transcurrir casi dos décadas hasta la aparición de una organización- la OLP- que se arrogara claramente la representación del pueblo “palestino”. Pero en ese intervalo su condición de orfandad aportó a la frustración de la delimitación del Estado Palestino.

Por último, debe tenerse en consideración que la intervención de la comunidad internacional y de los países árabes vecinos atizó el fuego que chamuscó la posibilidad de alcanzar alguna solución a este problema. Habría que empezar reconociendo que ya por sí mismo el Plan de Partición- que se ofrecía como la solución- se trató de una clara imposición que irrumpía en las formas de organización locales- aunque esto no chocaba con una larga tradición occidental de erigirse en el árbitro de la civilización. Pero ya formulado, el compromiso de la comunidad internacional con el cumplimiento de una decisión que ella misma había tomado fue y continúa siendo francamente deficiente. Por otro lado, los países árabes vecinos, que aparentemente, se convirtieron en los protectores del pueblo palestino y fungieron, sobre todo inicialmente, en sus voceros, en muchos casos antepusieron intereses políticos propios y, en algunos, podría decirse que los traicionaron. Un ejemplo ilustrativo de esta situación son los acuerdos que se llevaron a cabo entre los líderes de Israel y el Reino Hachemita de Jordania antes, durante y después del conflicto árabe-israelí que determinaron un pacto de no agresión, así como la asignación de la administración de Cisjordania a dicho país (lo que se ha dicho, intentaba constituir una anexión de facto) antes de su ocupación, por parte de Israel, durante la Guerra de los Seis Días (1967).

Estas tres pueden considerarse las causas de fondo que, en líneas generales, explican el fracaso del Plan de Partición inicial así como de la formación de un Estado Palestino independiente. Y es que sus efectos se proyectan a la actualidad, quizás bajo dinámicas distintas, pero manteniendo los problemas sustanciales que obstaculizan esta posibilidad. Así, las autoridades de los territorios palestinos continúan actuando de forma incompetente e interesada, siendo incapaces de forjar alianzas que les permitan unificar fuerzas para presionar por una salida a la cuestión palestina (esto es claro, p.e., en los conflictos entre las principales fuerzas políticas de los territorios palestinos, Hamás y Fatah que lastran las expectativas de unidad). Asimismo, la comunidad internacional sigue por la senda de la ineficiencia e indiferencia, rayana en la hipocresía, emitiendo constantes declaraciones acerca de la falta de compromiso de ambas partes, y especialmente Israel, con el cumplimiento de la solución de los dos Estados sin aplicar algún tipo de presión importante que lleve a una salida definitiva. Un caso evidente de este doble discurso es Estados Unidos, que mientras condena constantemente la creciente expansión de asentamientos israelíes en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO),  está dispuesto a incrementar la ya de por sí exorbitante ayuda militar a Israel.

Sin embargo, es necesario establecer una escala de valores en la asignación de responsabilidades, y en ese sentido, la política de ocupación israelí, en la que puede reconocerse el sustrato del movimiento sionista, constituye el mayor óbice para la realización de un Estado Palestino. Resulta difícil vislumbrar su creación teniendo en cuenta la condición actual de los TPO. En el caso de Cisjordania, Israel mantiene el control total del área C, que constituye el 60% del territorio[7], y sobre el cual se encuentra la mayoría de asentamientos. Su distribución es una amenaza vital para un futuro Estado Palestino, pues amenaza la continuidad territorial al estar ubicados estratégicamente entre los principales centros poblados y ciudades palestinas[8] (ver mapa, pp. 4. http://data.ochaopt.org/humatlas2015/files/res/downloads/humatlas2015.pdf). Y si se alega que su construcción no necesariamente está impulsada por una política de Estado, pues el hecho de que el gobierno invierta más en los asentamientos que en otras partes del país[9] y de que se trate de una política aceptada e implementada bajo sucesivos gobiernos indican lo contrario. En cuanto a la Franja de Gaza, mientras que Israel afirma enfáticamente haber desocupado este territorio, mantiene el control de sus fronteras, estableciendo restricciones al movimiento de la población y limitaciones a la circulación de bienes y productos por aire, mar y tierra.

Entonces, regresemos a la pregunta inicial, ¿acaso no resulta en extremo pesimista y hasta irresponsable determinar la imposibilidad de una solución al conflicto palestino-israelí basado en los dos Estados? Pues, como se ha intentado explicar, y la evidencia lo indica, esto no es así. Lamentablemente, y aunque esperaría albergar más esperanzas, no parece existir en este momento una salida que se base en este concepto. ¿Existe, entonces, una alternativa? ¿Acaso la creación de un Estado binacional? Pues, dadas las circunstancias actuales y la historia de fondo, tampoco se visualiza como una respuesta viable. No creo que aquellos que dudemos de la posibilidad de encontrar una solución a corto plazo seamos solo escépticos que inciden en el problema sin esforzarse en encontrar una salida. Quizás, se debe empezar precisamente reconociendo esta complejidad dada por la historia y por la realidad actual para poder replantear el camino de la solución al problema. Ojalá, y lo espero sinceramente, este se llegue a encontrar.  








[3] Ver Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, 29 de noviembre de 1947. http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/RES/181(II)&Lang=S&Area=RESOLUTION
[4] Shlomo Ben Ami. Scars of War. Wounds of Peace, pp. 22.
[5] Ilan Pappé. La limpieza étnica de Palestina, pp. 57-62.
[6] Ben Ami, pp. 34.
[7] Ver mapa de las áreas en las que está dividida Cisjordania: https://www.ochaopt.org/documents/ocha_opt_area_c_map_2011_02_22.pdf
[9] Ver estudio de Macro Center for Political Economics de 2015 sobre los costos económicos de los asentamientos para el Estado de Israel http://www.macro.org.il/en/publications/?id=111

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